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diumenge, d’agost 28, 2005 Edit This 0 Comments »*
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Miraba a la ventana y soñaba con ser un astronauta pisando la luna y el cielo lo cruzaban galeones, delfines, cometas, falúas. Y en la pizarra el profesor dictaba los teoremas. En su cabeza sonaba el canto de un gorrión, pájaros en la cabeza.
Salía siempre tarde y castigado por no estar nunca donde debiera y en casa le esperaban el tedio y la comida servida en la mesa. De fondo el rumor de un televisor y madre suspirando. "¿Dónde andas hijo mio? Siempre en las nubes," y nadie escucha el telediario.
Pájaros en la cabeza y volar a donde las ventanas siempre están abiertas, donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir. Pájaros en la cabeza y soñar que aún contaré relámpagos contigo, aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.
El tiempo pasó y todos crecimos -bueno, no todos, algunos seguían mirando por la ventana y sobrevolando la moqueta azul de la oficina. En el trabajo aún se perdía en la selva de sus sueños y un grito le nombraba, le arañaba y rompía el dulce sortilegio.
Madre aún seguía sirviendo la sopa, "¿Cuándo sentarás la cabeza? Un día la abriremos y bandadas de cotorras escaparán de ella".
Él sonreía sin dejar de mirar por la ventana, soñando mundos mejores, lluvias que caían sobre parejas que se amaban, claveles en los fusiles, barcos que sueltan amarras, luces de faros, besos de mujeres que nunca, nunca le miraban.
Pájaros en la cabeza y volar a donde las ventanas siempre están abiertas, donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir. Pájaros en la cabeza y soñar que aún contaré relámpagos contigo, aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.
Una mañana de enero nuestro hombre se subió a lo alto de la Torre España para ver si al morder el azul gris del cielo los pájaros callaban. Mirando absorto la ciudad, ni el rumor de su pecho escuchaba, ni a madre, ni al televisor, ni a la oficina, sólo un lejano batir de alas.
Cuando nos quisimos dar cuenta nuestro chico había desaparecido. Nadie en lo alto de la torre lo vio abandonar la sombra gris del edificio. Nadie lo vio caer al suelo, nadie oyó sus carcajadas, sólo el sonido de cien pájaros -o alguno más- escapando de sus jaulas.
Nada se supo de este soñador, del canto de sus aves, hasta que llegaron cartas, retazos de sus alas en forma de postales.
Pájaros en la cabeza y volar a donde las ventanas siempre están abiertas, donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir. Pájaros en la cabeza y soñar que aún contaré relámpagos contigo, aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.
Pájaros en la cabeza y volar a donde las ventanas siempre están abiertas, donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir
Miraba a la ventana y soñaba con ser un astronauta pisando la luna y el cielo lo cruzaban galeones, delfines, cometas, falúas. Y en la pizarra el profesor dictaba los teoremas. En su cabeza sonaba el canto de un gorrión, pájaros en la cabeza.
Salía siempre tarde y castigado por no estar nunca donde debiera y en casa le esperaban el tedio y la comida servida en la mesa. De fondo el rumor de un televisor y madre suspirando. "¿Dónde andas hijo mio? Siempre en las nubes," y nadie escucha el telediario.
Pájaros en la cabeza y volar a donde las ventanas siempre están abiertas, donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir. Pájaros en la cabeza y soñar que aún contaré relámpagos contigo, aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.
El tiempo pasó y todos crecimos -bueno, no todos, algunos seguían mirando por la ventana y sobrevolando la moqueta azul de la oficina. En el trabajo aún se perdía en la selva de sus sueños y un grito le nombraba, le arañaba y rompía el dulce sortilegio.
Madre aún seguía sirviendo la sopa, "¿Cuándo sentarás la cabeza? Un día la abriremos y bandadas de cotorras escaparán de ella".
Él sonreía sin dejar de mirar por la ventana, soñando mundos mejores, lluvias que caían sobre parejas que se amaban, claveles en los fusiles, barcos que sueltan amarras, luces de faros, besos de mujeres que nunca, nunca le miraban.
Pájaros en la cabeza y volar a donde las ventanas siempre están abiertas, donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir. Pájaros en la cabeza y soñar que aún contaré relámpagos contigo, aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.
Una mañana de enero nuestro hombre se subió a lo alto de la Torre España para ver si al morder el azul gris del cielo los pájaros callaban. Mirando absorto la ciudad, ni el rumor de su pecho escuchaba, ni a madre, ni al televisor, ni a la oficina, sólo un lejano batir de alas.
Cuando nos quisimos dar cuenta nuestro chico había desaparecido. Nadie en lo alto de la torre lo vio abandonar la sombra gris del edificio. Nadie lo vio caer al suelo, nadie oyó sus carcajadas, sólo el sonido de cien pájaros -o alguno más- escapando de sus jaulas.
Nada se supo de este soñador, del canto de sus aves, hasta que llegaron cartas, retazos de sus alas en forma de postales.
Pájaros en la cabeza y volar a donde las ventanas siempre están abiertas, donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir. Pájaros en la cabeza y soñar que aún contaré relámpagos contigo, aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.
Pájaros en la cabeza y volar a donde las ventanas siempre están abiertas, donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir
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Imagen: Will Eisner (el maestro)
Letra de canción: Ismael Serrano (el acho de nuestros sueños de adolescente)
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Esto es lo que ocurre quando: tras haber crecido leyendo a un maestro (que desde Enero de este año descansa en paz...) un dia adolescente te levantas con ganas de escuchar a cantautores y tras Sabina llega Ismael... y te conviertes en la Campanilla de la que hablaban a escondidas Peter y Wendy
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