L0s f@m0s0s vi@jËs dË rËc0ncili@ci0n- Ëxtr@ctË dË l@ rëvist@ vulturË 0cubrË 2oo4
dilluns, d’octubre 18, 2004 Edit This 0 Comments »
Aci teniu un nou extracte d'aquesta super revista (no se cm sobreviure sense llegirla cada mes, quan acabe l'uni.....):
Todo el mundo esta deseando hablar
de sexo. He estado preguntando a la
gente. No me ha hecho falta insistir
demasiado. Todos tienen alguna
historia que contarme. Los que no lo
han hecho cuando me ven me
recuerdan que tienen algo para mí y
me lanzan un guiño de complicidad.
Así que casi sin querer me he
encontrado con un buén número de
historias que tienen sexo como
protagonista. Historias reales que mes
a mes iré contando a nuestros lectores.
Para ser un buen anfitrión empezaré
yo rompiendo el hielo. Ahí va la
anéscdota que he elegido. Ocurrió hace
bastantes años. Había viajado con ella
(la llamaré así para que nadie se sienta
ofendido) a otro país. Cuando una
relación no funciona siempre nos empeñamos en arreglarlo con un viaje.
Y paradojicamente es en ese viaje
donde todo suele acabar. Así fue
también esa vez. Creo que en ese viaje
no nos acostamos ni una sola vez.
Estaba especialmente seductora, pero
ya sabía que sus movimientos no eran
para mí. Y si lo hubieran sido no
habrían causado ya ningún efecto.
Estuvimos en un pub. El camarero era
español y nos hablaba de las tonterías
típicas de uso para desconocidos. Vi
como la miraba, y conociendola como
la conocía sabía que ella no le haría
ascos. Decidí vendersela. Acabar con
aquella relación de una forma más o
menos cinematográfica, simbólica,
irónica, absurda o yo qué sé qué. El
caso es que le dije que por 10 pounds
lo arreglaba todo para que se acostara
con ella. Nunca olvidé su mirada, con
los ojos abiertos como platos. Me di
cuenta de que no era una buena idea,
que la estaba tratando como si fuera
una prostituta, así que cambié mi
oferta. Saqué yo los 10 pounds y se los
dejé sobre la barra. Le dije que eran
suyos si se acostaba con ella. Comenzó
a reír, pero de alguna manera sabía
que yo no estaba bromeando. Era una
risa nerviosa. Me dijo que era muy
guapa y se acostaría gratis con ella.
Insistí en que aceptara el dinero y
entonces la llamé. Le dije que me
encontraba mal, que se quedara con él,
que salía a tomar el aire y volvía en
unos minutos. No volví ni al pub ni al
hostal. Al día siguiente apenas la vi
unos minutos para decirle que volvía a
España, que era absurdo seguir así.
Todavía a veces me pregunto si aquel
camarero cumplió con su parte del
trato. Por alguna razón quiero
imaginbar que sí.
Todo el mundo esta deseando hablar
de sexo. He estado preguntando a la
gente. No me ha hecho falta insistir
demasiado. Todos tienen alguna
historia que contarme. Los que no lo
han hecho cuando me ven me
recuerdan que tienen algo para mí y
me lanzan un guiño de complicidad.
Así que casi sin querer me he
encontrado con un buén número de
historias que tienen sexo como
protagonista. Historias reales que mes
a mes iré contando a nuestros lectores.
Para ser un buen anfitrión empezaré
yo rompiendo el hielo. Ahí va la
anéscdota que he elegido. Ocurrió hace
bastantes años. Había viajado con ella
(la llamaré así para que nadie se sienta
ofendido) a otro país. Cuando una
relación no funciona siempre nos empeñamos en arreglarlo con un viaje.
Y paradojicamente es en ese viaje
donde todo suele acabar. Así fue
también esa vez. Creo que en ese viaje
no nos acostamos ni una sola vez.
Estaba especialmente seductora, pero
ya sabía que sus movimientos no eran
para mí. Y si lo hubieran sido no
habrían causado ya ningún efecto.
Estuvimos en un pub. El camarero era
español y nos hablaba de las tonterías
típicas de uso para desconocidos. Vi
como la miraba, y conociendola como
la conocía sabía que ella no le haría
ascos. Decidí vendersela. Acabar con
aquella relación de una forma más o
menos cinematográfica, simbólica,
irónica, absurda o yo qué sé qué. El
caso es que le dije que por 10 pounds
lo arreglaba todo para que se acostara
con ella. Nunca olvidé su mirada, con
los ojos abiertos como platos. Me di
cuenta de que no era una buena idea,
que la estaba tratando como si fuera
una prostituta, así que cambié mi
oferta. Saqué yo los 10 pounds y se los
dejé sobre la barra. Le dije que eran
suyos si se acostaba con ella. Comenzó
a reír, pero de alguna manera sabía
que yo no estaba bromeando. Era una
risa nerviosa. Me dijo que era muy
guapa y se acostaría gratis con ella.
Insistí en que aceptara el dinero y
entonces la llamé. Le dije que me
encontraba mal, que se quedara con él,
que salía a tomar el aire y volvía en
unos minutos. No volví ni al pub ni al
hostal. Al día siguiente apenas la vi
unos minutos para decirle que volvía a
España, que era absurdo seguir así.
Todavía a veces me pregunto si aquel
camarero cumplió con su parte del
trato. Por alguna razón quiero
imaginbar que sí.
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