El cuento.....

dimecres, de febrer 28, 2007 Edit This 0 Comments »
  1. Tenia 8 anys, era Nadal, mes be era el 24 de Desembre per la nit i la mama ens va llegir un conte, com moltes altres nits, pero aquest no era dels contes del follet de la son, aquest era de una de les revistes de la mama, especialment l'havia escollit per nosaltres...
  2. Fa menys 10 graus de temperatura, son les 10 de la nit, hem sopat, pero no hi ha res mes que fer un dimecres a la nit a Budapest, estem en el pis que hem alquilat al districte dels teatres i ens aborrim.... per que no contem contes?? i entre histories de kubbler rose i altres recorde l'historia de la mama...

El cuento de las pelusas calientes
Autor: Claude SteinerProcedencia:
Revista Integral


Érase una vez, hace mucho tiempo, dos personas muy felices que se llamaban Tim y
Maggi y tenían dos hijos, llamados Juan y Lucy. Para comprender cuán felices
eran, hay que explicar cómo eran las cosas entonces.
En aquellos días felices
se les regalaba a todos, nada más nacer, una pequeña y suave Bolsa de Pelusa.
Cada vez que una persona metía la mano en su bolsa podía sacar una Pelusa
Caliente. Había mucha demanda de Pelusas Calientes porque cada vez que alguien
recibía una, ésta le hacía sentirse muy contento y abrigado. La gente que, por
alguna circunstancia, no recibía Pelusas Calientes con regularidad, corría el
peligro de contraer una enfermedad en la espalda que los encogía y, a veces,
podían incluso morir.
Entonces era muy fácil obtener Pelusas Calientes. Cada
vez que a alguien le apetecía, podía ir a tu encuentro y decirte: "Me gustaría
recibir una Pelusa Caliente"; entonces uno metía la mano en su bolsa y sacaba
una Pelusa del tamaño de la mano de una niñita. Con la luz del día, la Pelusa
sonreía y florecía, transformándose en una Pelusa Caliente amplia y acogedora.
Entonces se colocaba encima del hombro, la cabeza o las piernas de la persona, y
la pelusa se acomodaba perfectamente, deshaciéndose contra su piel y haciéndola
sentir llena de alegría. La gente siempre se estaba pidiendo mutuamente Pelusas
Calientes y, puesto que eran gratis, no había problemas para conseguir
suficientes. Al haber para todos, las personas se sentían muy cómodas y
abrigadas la mayor parte del tiempo.
Pero un día un brujo malo se enfadó
porque todos eran felices y no le compraban pociones y ungüentos. El brujo era
muy listo e ideó un plan perverso. Una hermosa mañana se acercó cautelosamente a
Tim, mientras Maggi jugaba con su hijita, y le susurró al oído: -"Mira Tim,
fíjate en todas las pelusas que Maggi le da a Lucy: Si continúa así va a
agotarlas y no quedará ninguna para ti."
Tim se quedó estupefacto. Se volvió
al brujo y le dijo: "¿Quieres decir que no siempre encontraremos una Pelusa
Caliente en la bolsa cuando la busquemos?" Y el brujo contestó: -"Por supuesto
que no; cuando las agotes ya no tendrás más". Y dicho esto, se fue volando,
riendo y cacareando.
Tim se lo tomó muy a pecho y comenzó a controlar cada
vez que Maggi le daba una Pelusa Cliente a alguien. Acabó por sentirse muy
preocupado, porque a él le gustaban mucho las Pelusas Calientes de Maggi y no
quería que se las diera a los demás. Realmente creía que Maggi no tenía derecho
a gastar todas sus Pelusas Calientes con los niños y otras personas. Empezó a
quejarse cada vez que veía a Maggi dar una Pelusa Caliente a alguien, y como
Maggi lo quería mucho, dejó de dar Pelusas Calientes con tanta frecuencia y las
reservó para él.
Al ver esto, los niños pensaron que era malo regalar Pelusas
Calientes cada vez que se las pedían o les apetecía hacerlo. También ellos se
volvieron muy cuidadosos: vigilaban estrechamente a sus padres y cuando les
parecía que daban demasiadas Pelusas Calientes a alguien, protestaban. Poco a
poco comenzaron a preocuparse por las Pelusas Calientes que daban ellos mismos.
Aunque ciertamente encontraban Pelusas cada vez que las buscaban en su bolsa,
cada vez metían menos la mano dentro y se hicieron más y más tacaños. Muy pronto
la gente notó una escasez de Pelusas Calientes y comenzaron a sentirse menos
contentos y abrigados. Empezaron a encogerse y, de vez en cuando, alguno moría
por falta de Pelusas Calientes.
Así, más y más personas iban a comprarle
pociones y ungüentos al brujo, aunque no parecían muy efectivos. Y sucedió que
la situación comenzó a ponerse muy difícil. El brujo malvado no quería que la
gente muriera, entre otras cosas porque los muertos no pueden comprar pociones
ni emplastos, así que desarrolló un nuevo plan: le dio a cada uno una bolsa muy
similar a la Bolsa de Pelusas, excepto que éstas nuevas eran frías, mientras
que, como es sabido, las auténticas Bolsas de Pelusas eran calientes. Dentro de
las bolsas del brujo había Espinas Frías. Estas Espinas Frías no hacían que la
gente se sintiera contenta y abrigada sino, por el contrario, fría y pinchada,
pero evitaban que a la gente se le encogiera la espalda y muriera. Por lo que,
desde entonces, cada vez que alguien decía: "Quiero una Pelusa Caliente", le
contestaban: "No puedo darte una Pelusa Caliente pero, ¿quieres una Espina
Fría?"
A veces se acercaban dos personas pensando obtener una Pelusa
Caliente, pero uno u otro cambiaban de opinión y terminaban dándose Espinas
Frías. Así sucedió que, aunque muy pocas personas morían, muchas seguían
desdichadas y sintiéndose frías y pinchadas. La situación se complicó muchísimo,
pues las Pelusas Calientes, que antes solían ser gratuitas como el aire, ahora
eran extremadamente raras y muy caras. Eso ocasionó que la gente hiciera
cualquier cosa para conseguirlas.
Antes de que el brujo apareciera, la gente
acostumbraba a reunirse en grupos de tres, cuatro o cinco personas, sin
importarle demasiado quién daba Pelusas Calientes a quién. Después de que
llegara el brujo, la gente empezó a emparejarse y a reservar todas sus Pelusas
Calientes para sus parejas. Las que se descuidaban y daban una Pelusa a alguien
más se sentían culpables, porque sabían que su pareja seguramente notaría la
pérdida. Y los que no encontraban una pareja generosa tenían que comprar sus
Pelusas y trabajar muchas horas para poder pagarlas.
También sucedió que
algunas personas cogían Espinas Frías (habían muchas y eran gratis), las cubrían
de un material blanco y esponjoso, y las hacían pasar como Pelusas Clientes.
Estas Pelusas Calientes falsificadas eran realmente Pelusas de Plástico y aún
ocasionaron más dificultades: si, por ejemplo, dos personas intercambiaban
libremente Pelusas de Plástico, se suponía que tenían que sentirse bien por
ello, pero en cambio se separaban sintiéndose mal. Y como pensaban que lo que se
habían estado dando eran Pelusas Calientes, se quedaban muy confundidos, sin
darse cuenta de que esos sentimientos fríos e hirientes que tenían eran el
resultado de haberse dado un montón de Pelusas de Plástico.
De esta manera,
las cosas se pusieron muy, muy tristes desde la llegada del brujo que hizo que
la gente creyera que algún día, cuado menos lo esperaran, no encontrarían más
Pelusas Calientes en sus Bolsas.
No hace mucho tiempo, una adorable y robusta
mujer de anchas caderas y feliz sonrisa, llegó a ese país entristecido. Parecía
no haber oído hablar del brujo, y no le preocupaba que se acabaran sus Pelusas
Calientes. Las daba libremente, incluso cuando no se las pedían. Algunos no la
aceptaban, porque hacía que los niños se despreocuparan de que se les acabaran
las Pelusas Calientes. En cambio a los niños les gustaba mucho, porque se
sentían bien con ella. Y pronto volvieron a dar Pelusas Calientes siempre que
les apetecía.
Las personas mayores comenzaron a preocuparse y decidieron
utilizar la Ley para proteger a los niños del derroche de sus reservas de
Pelusas Calientes. La Ley convirtió en una actividad criminal dar Pelusas
Calientes de manera descuidada, sin licencia. Sin embargo, muchos niños parecían
no enterarse y a pesar de la Ley, continuaron dándose Pelusas Calientes unos a
otros siempre que les apetecía y siempre que se las pedían. Y como había muchos
niños, casi tantos como personas mayores, parecía que podrían salirse con la
suya.
Hoy por hoy es difícil adivinar qué sucederá. ¿Podrán las fuerzas de la
ley y el orden detener a los niños? ¿Irán las personas mayores a unirse a
aquella mujer y a los niños para darse cuenta de que siempre habrá tantas
Pelusas Calientes como se necesiten? ¿Recordarán Tim y Maggi aquellos días en
los que eran tan felices, sabiendo que había Pelusas Calientes en cantidad
ilimitada? ¿Las volverán a dar libremente?
Este asunto se extiende por toda
la tierra y probablemente la lucha esté llegando a donde tú vives. Si lo deseas,
y ojalá así sea, puedes unirte dando y pidiendo libremente Pelusas Calientes, y
siendo todo lo amoroso/a y sano/a que puedas.